
Ying-Yang
Ella era una gatita feral que rehuía todo contacto con el ser humano. Por tal razón, me vi precisado a capturarla mediante una trampa el 24 de julio; a partir de entonces, y hasta el 7 de agosto, tuvo refugio provisional con una amiga.
Luego de esa fecha, ella y sus hijos (Giorgios, Milo y Sascha) llegaron a vivir a nuestra casa. Debido al pánico que ella sentía por los humanos, estuvo escondida durante casi un mes en el cuarto que se les había destinado a ella y a sus cachorros como habitación provisional. Solo salía por las noches para alimentarse, pero ni mi esposa ni yo teníamos con ella el más mínimo contacto visual, y de hecho, ni siquiera sabíamos con precisión en dónde estaba escondiéndose, porque además, no hicimos esfuerzo para ello, en aras de no hacerla sentir perseguida. Fue hasta el día 4 de septiembre que accidentalmente ubiqué su guarida, y tomé esta fotografía, donde puede verse claramente su expresión de pánico.
El trabajo desarrollado a partir de la asesoría dada por nuestra amiga la etóloga Josefina Martín, ha permitido que de octubre a la fecha, su socialización sea extraordinaria, y si bien, Ying-Yang no nos permite todavía acariciarla, gradualmente ha pasado de apenas tolerar nuestra presencia en la misma habitación, a una reducción más que considerable de la distancia física, a un grado tal, que no solo ha terminado por abandonar completamente su escondite, sino que podemos acercarle su plato de comida con la mano a menos de 20 cm de distancia, y ha ganado confianza al grado de jugar con nosotros, sobre todo con mi esposa, que ha sido fundamental en este proceso (de hecho es a ella a quien más confianza le tiene, y a quien mayor cercanía física le permite).
Desde hace poco, Ying-Yang incluso ha empezado a dormir a plena luz del día y a descubierto, lo cual permite asegurar que estamos en vías de lograr una plena y amorosa domesticación.